En los pasillos de la academia panameña circula una moda que debe prender las alarmas: la creciente presencia de títulos propios expedidos por universidades extranjeras —especialmente españolas— que algunos presentan como si fueran doctorados oficiales. Detrás de ese barniz de prestigio se esconde un riesgo serio: el debilitamiento del rigor académico y el autoengaño institucional.
Lo primero que debe quedar claro es que la Universidad de Panamá no reconoce los títulos propios, una postura que aplaudo por proteger la integridad de la formación doctoral en el país. Estos programas, en el contexto español, no cuentan con aval estatal ni con evaluación de la ANECA. No son oficiales, aunque su presentación a veces intente confundir.
No se trata de rechazar la cooperación internacional, sino de exigir que se base en la excelencia comprobada y la producción científica real. La Universidad de Panamá tiene la obligación de mantenerse firme en sus criterios y evitar el “borriguero por iguana”, esa peligrosa costumbre de asumir que todo lo extranjero es mejor.
Sí, el modelo español ha avanzado, pero también ha generado una industria paralela de formación no acreditada, que encuentra en América Latina un mercado fértil donde muchos buscan títulos exprés, sin publicaciones ni supervisión académica real.
¿Ese es el camino? Yo creo que no. Panamá debe mirar hacia sus fortalezas y a referentes regionales como la UNAM, la USP o la UBA. La verdadera internacionalización no está en la etiqueta del título, sino en la capacidad de producir conocimiento útil, ético y con impacto.
La academia necesita brújula, no espejismos. Y aún estamos a tiempo.
autora: Alcira Prieto Docente Universitario

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